En el año 1968 se creó en la ciudad de Manizales el evento escénico más antiguo de Latinoamérica: el Festival Internacional de Teatro. Nació como un espacio de encuentro para los grupos de teatro universitarios de la región y para los más reconocidos intelectuales de la época, en medio de un creciente ambiente estudiantil y cultural y también para aprovechar el teatro más moderno de América Latina: El Fundadores; el mismo lugar que hoy continúa siendo el escenario central del festival. Gracias al interés de una serie de personalidades de la ciudad, que estaban interesados en darle un carácter cultural y artístico, se puso en marcha, por primera vez, un encuentro de teatro en el país.
Al mismo tiempo que Manizales avanzaba en la consolidación de una idea de ciudad para la cultura, el mundo entero andaba en medio de un contexto motivado por los coletazos revolucionarios del 68. Si bien es cierto que estos coletazos llegaban tarde, y con poco eco a ciudades intermedias como Manizales, sirvieron para que el universo teatral latinoamericano lograra convocar un festival amplio, diverso y rico, que irrumpió entonces con fuerza y vitalidad y convocó grupos y personas del mundo de la cultura y la intelectualidad. Pronto el festival fue apoyado por el Gobierno nacional, en cabeza de Carlos Lleras Restrepo, por la Ascun y por la Universidad de Caldas. Así, con el apoyo del sector público y privado, de instituciones como la Cámara de Comercio, el Icfes, el Ministerio de Relaciones Exteriores y la Universidad de Caldas, entre otros, se creó la Corporación Civil «Festival Latinoamericano de Teatro Universitario», con el fin de realizar el evento.
En el año 1968, entre el 4 y el 12 de octubre, se celebró por primera vez el festival con el objetivo de «Promover el desarrollo de la actividad teatral como medio de expresión estética de la juventud del continente y como instrumento de integración cultural latinoamericana». Participaron ocho universidades de Latinoamérica, además de intelectuales, poetas y escritores, como Pablo Neruda y Miguel Ángel Asturias.
Después de un periodo de receso, motivado por el cierre del certamen, en 1984 nace un nuevo festival y comienzan los cambios. Muchos coinciden, incluso, en indicar que el festival de 1984 no le adeuda nada al de 1968. Lo primero que ocurre es que el festival abandona su perfil «universitario» para pasar a tener un carácter profesional; al mismo tiempo, se hace una reestructuración de la organización, que le permite ser visto en Europa como un escenario vital, y es así como se empiezan a vincular personajes de este continente. Pronto se convierte en un festival internacional de mayores proporciones.
Desde 1984, el festival se ha venido realizando con una regularidad permanente. Para su desarrollo se seleccionan grupos profesionales y compañías independientes que buscan en el teatro la experimentación de un lenguaje renovador, como una forma de comunicarse con el mundo. De manera paralela se realizan talleres, foros y seminarios con creadores, gestores teatrales e investigadores; plataforma de diálogos que hace del encuentro manizaleño un festival necesario para la cultura teatral mundial.
Más de 1 500 compañías de 40 países han pasado por Manizales y conforman la gran tradición teatral; y, además, pionero de algunos importantes festivales que hoy se realizan en toda América. Una tradición que ha sido reconocida por diversas organizaciones en el continente, con premios como el premio El Chamán, de México; el Ollantay, del Centro Latinoamericano de Investigación Teatral, con sede en Venezuela; el Atahualpa del Cioppo, del Festival Iberoamericano de Cádiz, España; el García Lorca, de Granada, España; el Premio de Turismo de El Colombiano; la distinción Cruz de Boyacá, de Colombia, y la declaratoria de patrimonio cultural de la nación.
Esta edición aniversario valida el evento frente a la comunidad internacional. Así fue como en homenaje a los cincuenta años del festival, y por iniciativa del Celcit (Centro Latinoamericano de Creación en Investigación Teatral), se declaró el 8 de octubre como el Día Internacional del Teatro Latinoamericano. Declaración a la que se adhirieron organizaciones artísticas, públicas y privadas, ligadas al teatro de todo el mundo, y entre las que se destacan la Federación Internacional de Actores, la Redlat (Red de productores de Latinoamérica) y Redelae (Red euro-latinoamericana de festivales de artes escénicas).
Cada año el festival varía sus ejes curatoriales y temáticos, de acuerdo con las diversas tendencias de la escena internacional. Para la edición 2018, por ejemplo, las compañías teatrales iberoamericanas, referenciadas a partir de los cincuenta años de historia del festival, serán las encargadas de la programación fundamental. Son los grupos históricos como: Teatro El Galpón (Uruguay), La Zaranda (España), Yuyachkani (Perú), Malayerba (Ecuador), Teatro de la Llanura (Argentina) y La Candelaria y Teatro Libre (Colombia), los que han ejercido su protagonismo en la escena de Iberoamérica entre 45 y 60 años. Se realizarán eventos teóricos alrededor de esos procesos creativos con la dinámica del trabajo de grupo como forma creativa.
Grupos consolidados alrededor de la historia del festival, generacionalmente correspondería a directores teatrales vigentes y que se ubican en una franja etaria de cincuenta años: Teatro Petra (Colombia), Cornamusa (México) y Teatro Matacandelas (Colombia).
La nueva generación de directores/dramaturgos consolidados en la escena internacional: Gabriel Calderón (Uruguay), David Gaitán (México), Jorge Hugo Marín (Colombia), Johan Velandia (Colombia) y Juan Carlos Agudelo (Colombia).
Cada año por el mes de octubre, Manizales tiene la oportunidad de recordar la importancia de ese despertar del 68, y hoy, cincuenta años después, el telón se sigue abriendo para que el público observe el mundo desde el arte teatral.
Octavio Arbelaéz Tobón. Director Artístico. Festival Internacional de Teatro de Manizales