Por: Albeiro Valencia llano
Cuando un extranjero llega a Manizales le llama la atención su atrevida ubicación geográfica, la diversidad de paisajes, la variedad de colores, la inmensa catedral, las arquitecturas, el precioso centro histórico y el Nevado del Ruiz; todos estos factores la convirtieron en una ciudad única en el mundo. Pero su evolución no ha sido fácil.
Los primeros colonos o campesinos que llegaron a esta región venían huyendo de las guerras civiles y de la pobreza, buscaban baldíos del Estado para organizar sus finquitas. Desde 1837 empezaron a tumbar la selva y fueron brotando casitas rodeadas de cultivos de maíz, de fríjol y de plátano; más tarde pensaron en organizar una colonia, o grupo de casas con iglesia, plaza y fonda para vender sus productos y comprar artículos necesarios para la familia y la parcela. Las primeras construcciones se levantaron en septiembre de 1848, pero nunca creyeron que iba a surgir una aldea, ni mucho menos un pueblo.
Historias de fortaleza
La fundación oficial se realizó el 12 de octubre de 1849, con el nombre de Manizales, pero su crecimiento fue muy tímido pues en 1851 apenas tenía 2.789 habitantes. Pero la aldea fue conocida en todo el país, porque aquí sucedieron hechos de enorme importancia, que orientaron el rumbo político de la nación: en el año 1860 fue invadida por las tropas liberales del general Tomás Cipriano de Mosquera, hubo una importante batalla y se firmó el Tratado de la Esponsión; un acuerdo o compromiso que firmaron los comandantes militares de Antioquia, con el general Mosquera en 1860. Después, en 1877, el pueblo fue invadido por las tropas del general Julián Trujillo, quien se tomó esta fortaleza militar de Manizales, considerada inexpugnable. Como consecuencia se firmó la capitulación del Alto de San Antonio, entre el presidente del Estado de Antioquia, don Silverio Arango y el general Trujillo.
Las desgracias de la guerra favorecieron a la población de Manizales, pues los campesinos y comerciantes abastecían de productos al ejército que permanecía acantonado en el territorio; el pueblo pertenecía a Antioquia y desde Medellín llegaban cuantiosos recursos económicos para alimentar y aprovisionar a los soldados. Como consecuencia siguió creciendo hacia la montaña, con el sistema de rebanar colinas y rellenar cañadas; se desarrolló el comercio, se activó la arriería de mulas y bueyes, surgieron nuevos caminos y Manizales se convirtió en población de paso obligado. En 1884 tenía 14.603 habitantes.
Los temblores y terremotos
Manizales se conocía con el nombre de “el pueblo de los temblores”; este hecho no espantaba a los inmigrantes. Sin embargo los fuertes terremotos de 1875 y 1878 interrumpieron su crecimiento pero, pasado el susto, llegaron muchos artesanos, carpinteros y albañiles, que construían viviendas con una nueva técnica: edificaban el primer piso en tapia y el segundo en bahareque, o una base de ladrillo y cal y sobre ella levantaban tabiques dobles de madera, revestidos de tablas o de esterilla de guadua, llamado “estilo temblorero”. Para esta época el comercio de la ciudad era uno de los sectores económicos más pujantes del joven pueblo, que se estaba convirtiendo en capital de la arriería de Colombia, con un comercio de mulas y bueyes, hacia Medellín, Cartago, Mariquita y río Magdalena. Al mismo tiempo surgió la caficultura en la pequeña finca del campesino; este renglón económico ayudó a crear mercado interno y a impulsar el comercio de importación y exportación. Sobre esta base Manizales se convirtió en capital del nuevo departamento de Caldas, en 1905.
Como la ciudad estaba ubicada en el espinazo de la cordillera Central y tenía que luchar contra las difíciles condiciones geográficas, su clase dirigente que había conseguido dinero por el café, el comercio, la ganadería, la caña de azúcar y la arriería, se preocupó por convertirla en población de paso obligado: planearon la construcción de carreteras, el ferrocarril, los cables aéreos y la navegación por los ríos Magdalena y Cauca. Para esta época había suficientes líderes en el sector económico, en la política, en la iglesia y en la cultura, para asumir los nuevos retos; querían convertir el pueblo en ciudad.
Los incendios
Pero a Manizales le cayeron nuevas desgracias que estancaron su desarrollo; llegaron los incendios de julio de 1922, julio de 1925 y marzo de 1926, que destruyeron más de 30 manzanas del centro histórico y su hermosa catedral. De nuevo se puso a prueba el civismo de los manizaleños, porque como dijo el maestro Guillermo Valencia, “Esta ciudad es prodigio de trabajo, ejemplo de generaciones… símbolo del progreso… dechado de fortaleza… ciudad inaccesible para el pesimismo esterilizante”. Y de las ruinas surgió una ciudad distinta y moderna, gracias a la solidaridad de sus habitantes y al apoyo del gobierno nacional.
Manizales, es un constante reto
Todo iba bien hasta el año 1938, cuando cayó una cascada de desgracias. El 4 de febrero un fuerte temblor de tierra produjo pánico y graves daños en toda la ciudad, se dice que la catástrofe no fue mayor por la presencia del bahareque (el “estilo temblorero”) en las construcciones; casi al mismo tiempo empezó la crisis de los cables aéreos y del ferrocarril, por la competencia de las carreteras, lo que golpeó el comercio y la industria. Como consecuencia de lo anterior varios empresarios emigraron hacia Bogotá, Medellín y Cali, para establecer nuevos negocios y, como si esto fuera poco, terminando la década fallecieron varios líderes cívicos como Aquilino Villegas, Hernando de la Calle, Guillermo Gutiérrez Vélez, y muchos otros. Sin embargo surgió otra generación que entendió la necesidad de mirar el pasado para no cometer errores y empezó a planear con visión de largo alcance. Estos líderes continuaron la llamada “Segunda fundación” que había empezado con la reconstrucción después de los incendios; aprovecharon el Centenario de Manizales para desarrollar el Plan Maestro de Obras Públicas, modernizar la ciudad y se inventaron la Feria para atraer turistas; en este renacer de Manizales aparece la verdadera industrialización, que se inició en 1960.
Después llegarían otras desgracias como la desmembración del Departamento de Caldas; nuevos terremotos, como los de 1962 y 1979, la erupción del Nevado del Ruiz en 1985 y la crisis del café. Pero los manizaleños pudieron superar los momentos difíciles apoyados en su propia historia y en el civismo. Por eso las dificultades producidas por el invierno, como los deslizamientos y la crisis del agua, serán superadas porque somos conscientes de nuestro propio pasado, del sitio donde está ubicada la ciudad y porque Manizales es símbolo de solidaridad.