El bienestar se encuentra íntimamente ligado al cuerpo: uno es la extensión del otro. Comprendemos el bienestar gracias a la conjunción de dos cosas: el adjetivo bien y el verbo estar; aunque suene lógico y previsible. De allí que el bienestar empiece como una sensación corpórea. Los músculos se relajan, los huesos quedan suspendidos. Cada célula se pone al servicio del silenciamiento de los dolores.
El bienestar es una sensación fugaz y no por ello, menos importante. En estos términos y con mayor sencillez, es posible entender una de la múltiples fuentes del bienestar: las aguas termales o las termas. Ellas, anteriores a nosotros y por lo tanto, tan propias de nuestra historia, nos otorgan una sensación propia de la naturaleza. La tranquilidad, la apacibilidad, el tiempo detenido y complaciente. Por esa razón, el termalismo es, necesariamente, una actividad de bienestar.
Los romanos ya sabían los secretos
Aunque hay evidencia que en el mundo premoderno las aguas termales tenían una dimensión divina pues los animales heridos las buscaban para curarse, no es hasta que el imperio romano aparece, que las termas adquieren una dimensión social en la vida de los humanos.
En ese imperio se empleaba el término termas, del latín “thermae” que significa “baños públicos”. Estas aguas eran llamadas así debido al importante carácter social, además de terapéutico, higiénico y lúdico. Estos lugares, llenos de personas desnudas y conversando, son los precursores de los actuales balnearios. Los balnearios actuales, de los que tenemos la fortuna de encontrar en Caldas, se parecen en muchos aspectos con a los romanos: comparten su finalidad, terapéutica, higiénica y lúdica. Adjetivos que comprenden el bienestar.
La salud: el secreto de las termas
Actualmente el termalismo y la balneroterapia, actividad cerca una a la otra, engloba no sólo los conceptos de divertimento, relacionados con la aplicación terapéutica de las aguas mineromedicinales sino también la eficacia médica, fundamentada en la investigación y en la prevención, para atender la salud y el bienestar de manera natural.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), ha incluido el termalismo en la medicina tradicional. Este hecho ha desarrollado el denominado Termalismo Social, ya que en muchos países las curas termales se financian a través de los sistemas de salud.
La balneoterapia, inmersa en la dinámica del termalismo consiste en tratar algunos problemas de salud mediante la exposición a fuentes termales y otros tipos de aguas enriquecidas con minerales.Desde la perspectiva de sus seguidores, esta actividad tiene la facultad de ayudar a tratar quebrantos de salud como artritis, problemas respiratorios y tensión alta.
Otros beneficios son eliminar toxinas, aumentar el número de nutrientes que las células reciben, acelerar el metabolismo y ayudar a mejorar el sistema digestivo. Al usarse como una terapia para la piel, las aguas termales también ayudan a combatir ciertas enfermedades como la dermatitis, infecciones por hongos y acelera la curación de heridas. Es posible rastrear beneficios adicionales como la reducción del estrés, eliminando con ello algunos dolores como el de espalda o cabeza y ciertos problemas psicológicos.
La ciencia analiza el bienestar
En una investigación liderada por el doctor Philip L. Hooper, de la Universidad de Colorado, se observó en un grupo de pacientes con diabetes tipo 2 que la balneoterapia ayudaba a reducir el peso corporal, la concentración de glucosa en ayunas y los niveles de hemo-globina. Beneficios que ayudan a las personas a sobrellevar enfermedades complejas y permitir el bienestar.
Para que eso sea posible las aguas mineromedicinales que circulan desde el centro de la tierra en todo el mundo, poseen propiedades físicas y composiciones químicas diversas. Según los iones y gases predominantes, las aguas pueden clasificarse como cloruradas, sulfatadas, bicarbonatadas, ferruginosas, carbogaseosas, sulfuradas y radiactivas.
El componente de ácidos presente en las aguas termales penetran en la piel y pueden actuar como antiinflamatorios y antioxidantes; elementos clínicamente efectivos en artritis y artrosis. Estudios recientes han confirmado que actúan frente a el daño de oxidación del ADN.
Beneficios que no alcancemos a dimensionar cuando dejamos nuestros cuerpos a disposición de las aguas vivas que curan.