Por: Pedro Felipe Hoyos Körbel
Fotos: Jorge Sanabria
A la pregunta acerca de cuál es la reliquia más vieja que tiene la ciudad de Manizales se puede contestar que es la pila de Fundadores que data de 1888. Seguramente los incendios que devoraron la ciudad y convirtieron en humo otros testigos del pasado, hacen de esta pieza algo especial.
La historia de esta pila es interesante porque fue parte del acueducto municipal, ubicada en la Plaza Bolívar y era allí que la gente acudía para sacar el agua. Para su época fue esta una de las más importantes obras de infraestructura urbana con la cual se mejoraba, ostensiblemente, la calidad de vida de los ciudadanos y vale la pena decir que muy pocas poblaciones contaban con una adecuación de ese estilo.
Tomás Calderón, tiene una bellísima historia de la inauguración de esta fuente donde describe con lujo de detalles cómo y quiénes festejaron la inauguración de esta obra en una población que iba llegando a los 10.000 habitantes y había sido designada, a raíz de la Guerra del 76, capital de la Prefectura del Sur, desplazando a Salamina de ese cargo.
Había costado la pila 4.733 pesos en Londres, habiendo hecho la diligencia de la compra don Luis Jaramillo Walker y se procedió a inaugurarla el 20 de julio de 1888, después de armarla y constatar que funcionaba apenas llegaron las piezas a lomo de buey por el camino de La Elvira. Tomás Calderón, que había nacido en Salamina, hace un simpático y pormenorizado recuento de cómo se festejaba en ese entonces una obra pública de gran importancia a pesar de que solo estuvo en uso alrededor de 22 años, porque fue retirada cuando se remodeló la plaza en 1910, convirtiéndola en parque retirando el mercado sabatino; ubicando un quiosco con jardín y en 1919 instalando una estatua del Libertador.
Pasan por el cuento de Calderón mas de 20 personajes de la antigua Manizales que lastimosamente, hasta sus descendientes no saben que existieron, y resalta este autor, un detalle y es que la pila de Manizales es mas pequeña que la de Salamina y retoma el tema de la rivalidad existente en esa época entre las dos ciudades que se disputaban el liderazgo de esta región en plena expansión.
Sabemos de pluma de don Tomás que había una comitiva salamineña mezclada entre los festejos de los manizaleños pendientes de que si la pila “correaba“, o sea si le llegaba agua. Al haber sido instalado el telégrafo en estas montañas en el año 1871, los salamineños lo usaron a fondo para mandar mensajes de burla a Manizales, agitando el ambiente de rivalidad de una forma humorística. Con cierta satisfacción pudieron ver que la pila sí tuvo ciertas dificultades en la conexión de la tubería y que el general Marcelino Arango Palacio, el discursante en esa ocasión, se resbaló perdiendo el equilibrio cayendo aparatosamente, sosteniendo con la mano en alto el discurso, en el primer platón de la nueva pila, poniéndole a la fiesta, que contó con alborada, desfiles y comparsas, una nota extra que de inmediato se trasmitió telegráficamente a la población vecina.
La pila de Manizales fue desmontada y reza la leyenda que fue vendida por un alcalde a Santa Rosa de Cabal y que fue recuperada por otro burgomaestre, que la cambió oportunamente por un radio Punto Azul alemán. No he encontrado pruebas de estos hechos, pero no me cabe duda que el mito, en ese caso, puede guardar una asombrosa semejanza con lo acontecido.
La pila de Salamina, que es de manufactura francesa, también estuvo amenazada de ser desmontada. Cuenta Fernando Macías Vásquez, custodio de la pila salamineña, que fue a raíz de una sugerencia del Dr. Emilio Robledo mismo, que se trató de quitar esta pieza de la plaza y que la gente se amotinó y no habiendo más elementos que tirarle a los obreros para suspender el vandálico trabajo, una recua de mulas que entraba al parque proveniente de la vereda de El Perro cargada con panela fue asaltada, y usando la glucosa cristalizada como proyectiles, se desbandó la cuadrilla de obreros municipales y la pila se salvó de ser desmontada y cambalachada en un vecino pueblo. Entendieron los salamineños que esa pieza de arte, a pesar de no cumplir con una función práctica como surtidor de agua, tenía una segunda vocación: la estética.
Hoy luce la pila manizaleña, un poco opaca por la falta de mantenimiento, en el Parque de los Fundadores, al pie de las columnas dedicadas a los hombres que le dieron un impulso definitivo a la ciudad organizando la parte legal y lo operativo del naciente asentamiento del cual nunca soñaron que iba a tener una historia tan compleja como la que ostenta esta joven anciana que va a cumplir 174 años.
P.D. Nunca hubo una confusión de fuentes, que la pequeña de acá iba para Salamina, como muchos erróneamente aún creen.