Por: Octavio Hernández Jiménez – Fotos Juan Tálaga
Era cura párroco de Viterbo, Caldas, el sacerdote Alfonso Bermúdez, en 1963, cuando se iniciaron, en semana santa, los cuadros vivos sobre la vida de Cristo, en distintos parajes, como el río Risaralda junto al puente que comunica el casco urbano con Asia. Allí escenificaron la Pesca Milagrosa, con canoas; unas 20 personas hacían los papeles de Jesús, los apóstoles y, los asistentes a la obra evocaban la multitud que comió de los panes y los peces que Jesús y sus discípulos repartieron entre la población hambrienta. Los pasajes bíblicos contaron con el liderazgo de don Jesús Restrepo y los actores.
El obispo de la diócesis de Pereira concedió el permiso para esa representación pues en Roma estaban en la primera etapa del Concilio Vaticano II (1962-1965), que llegó abriendo puertas; esa temporada fue conocida como el ‘aggiornamento’ o movimiento de renovación en la Iglesia.
El problema ocurrió, en los años siguientes, pues los pueblos del Bajo Occidente de Caldas quedaban solos, en el triduo sagrado, ya que los feligreses viajaban para presenciar las representaciones teatrales, en Viterbo. Los párrocos se quejaron ante el obispo.
En 1990, se revivieron cuadros en vivo, como algunos en el teatro parroquial y el cementerio local. Fue una época dura debido a las diferencias entre la Iglesia y los organizadores pues al obispo llegaron con el cuento que entre los asistentes y noveleros habían visto a narcotraficantes curiosos rodeados de guardaespaldas armados. El obispo clausuró las representaciones.
En 1997, Carlos Alberto Orrego revivió los cuadros bíblicos e hizo de Jesús. Impactaba por su voz profunda. Era teatral. Visceral. Volvieron a verse los ríos de gente.
En 1998, John Mario Giraldo Arrubla, que 20 años después sería alcalde, retomó las representaciones hasta el 2008.
En el año 2009 llamaron al viterbeño Julián Díaz Jiménez, que trabajaba, en Bogotá, en el teatro La Maldita Vanidad. Julián avanzó en los cuadros dotándolos de escenografía, sonido y maquillaje apropiados. Cada año creaba escenas y situaciones para no repetirse. Fueron aplaudidas las representaciones, en el triduo sacro, dirigidas por Julián Díaz, en los años 2014, 2015, 2016, 2018, 2019, e iba para una maravillosa semana santa, en el 2020, cuando apareció la pandemia del covid-19 y el confinamiento.
Para el año 2020, Julián había trabajado los recursos del lenguaje como la modulación de la voz en los actores. Gestualizaban como profesionales. Eran 108 actores, todos viterbeños. Cristina, la madre de Julián, interpretó a María, la madre de Jesús y María Helena Jiménez fue coreógrafa. Se desempeñaron con éxito. Julián hizo del parque principal, el escenario. Remasterizó lo hecho antes. En distintas versiones, él hizo los papeles de un Jesús y un Pilatos realistas.
En 2022, faltando un mes para la semana santa, aún con el covid-19 esparciéndose por el mundo, Julián hizo un performance con 25 actores, y gustó. Por órdenes de la autoridad, no pudieron congregarse las multitudes que se vieron en años anteriores.
En el 2023, faltando un mes para la semana santa, llamaron de nuevo a Julián para que se encargara de ese trabajo, pero no aceptó. Se sintió como Sísifo, el personaje de la mitología griega condenado a subir una enorme roca a la cima de una montaña y dejarla allá, pero cuando la descargaba la roca rodaba montaña abajo, y a Sísifo le tocaba descender para volver a subirla.
La administración municipal encargó a una persona foránea del trabajo que antes desempeñaron los paisanos. Se espera que la semana mayor, en Viterbo, siga siendo una de las más admiradas en el centrooccidente del país.
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