La Plaza de Mercado, una mirada histórica

Por: Albeiro Valencia Llano

Foto Imagen destacada: Jorge Sanabria

Una de las primeras actividades económicas en la recién fundada aldea de Manizales, fue la organización del mercado semanal. En enero de 1849 el señor Marcelino Palacio, uno de los fundadores, organizó el primer mercado, aprovechando que la plaza central todavía estaba llena de cepas de  los árboles derribados; en estas mesas o cepas los campesinos vendían productos de sus rozas, huertas y sementeras: pepinos, vitorias, repollos, cebollas, arracachas, yucas, frisoles, panela, uchuvas y dulunsogas. Cuando aplanaron y organizaron la plaza el alcalde oficializó el mercado público, que funcionaba sólo los días domingos. Este día los comerciantes y campesinos sacaban toldos y ofrecían productos especializados: arroz, que era un artículo de lujo; azúcar, que se traía del Cauca; tabaco, harina de trigo, papas, panela y cacao.

En el año 1870 la aldea se había convertido en un pueblo, debido a su desarrollo comercial y la Plaza de Bolívar hervía de gente el día domingo, cuando los campesinos llegaban para ir a la iglesia, comprar mercado y hacer vida social con familiares y compadres. Por esta razón el mercado público se trasladó para el día sábado, a solicitud del sacerdote.

La primera plaza de mercado

Desde el año 1910, cuando Manizales tenía 30.000 habitantes y era la capital del joven departamento de Caldas, se organizó el mercado público en una plaza especializada (hoy Plaza Alfonso López). El sitio escogido era un terreno difícil, lleno de colinas y con cañadas y nacimientos de agua por todas partes; pero con ayuda del agua se banquearon los cerros y con esta tierra llenaron las cañadas. Así se organizaron las calles y quedaron transitables para vehículos de ruedas; al mismo tiempo organizaron edificios en los cuatro costados de la plaza.

El terreno comprendía dos manzanas; aquí construyeron las galerías o pabellones, pero alrededor de la plaza de mercado fueron levantando cómodas casas de bahareque con tejas de barro, casi todas de dos pisos. En el primero funcionaban cafeterías, depósitos de grano, trilladoras y almacenes; en el segundo piso estaban las habitaciones de los dueños y lugares de “asistencia y camas”.

La zona tenía mucha actividad: había instituciones tan importantes como la Escuela Zea,  el colegio La Presentación y el convento de los Agustinos; entre el convento y el primer pabellón había tremenda agitación por el cargue y descargue de mulas, bueyes y carretillas. Abundaban las ventas ambulantes. Alrededor de los pabellones se situaban los terciadores, encargados de transportar los mercados en sus enormes canastos, sostenidos en la frente con una especie de cincha.

La Plaza de Mercado sintetizaba la mayor agitación comercial de Manizales. El sábado por la mañana llegaban los campesinos con sus productos, así como los comerciantes mayoristas y minoristas; entre éstos estaban los rescatantes, o los pequeños comerciantes que traían del campo huevos, quesos y mantequilla. Después hacían su entrada los compradores.

Cuando Manizales se convirtió en ciudad surgió la nueva Plaza de Mercado que hoy disfrutamos, construida dentro del plan de obras del Centenario. En mayo de 1947 el Concejo Municipal firmó contrato de construcción del Pabellón Central de la Plaza de Mercado, con el ingeniero José María Gómez Mejía, por valor de $261.000 pesos. La obra la inauguró el alcalde, doctor Fernando Londoño Londoño, en diciembre de 1951.

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